Análisis 2


El hotelito de la Rue Blomet de Mario Benedetti


¿Quiénes son los protagonistas?




Espacio





El hotelito
La Rue Blomet



Todos los lugares son reales.










El cuartel

    






La cárcel




El tiempo





¿Antes aquí o antes Uruguay?


• Hay muchos tiempos en el cuento.

• Tiempos de la persecución política.

• Cada año en el hotelito de la Rue Blomet.

• Tiempo de exilio.

• El tiempo dentro del hotelito.

• El frio.


¿Por qué se encuentran?






Bien sabés que estoy aquí porque quería verte.

Yo también quería verte. Y quería que vos quisieras verme.


Empezaron a recuperar aquel cuerpo…




Pero ahora vos sos algo muy concreto y me gustás.



Nos partieron en dos.



Más que eso -dijo ella-, nos partieron en pedacitos.


Fin


Análisis 1

El hotelito de la Rue Blomet de Mario Benedetti






Contexto histórico.


•  Juan María Bordaberry fue condenado por crímenes contra la humanidad




       






http://www.derechos.org/nizkor/uruguay/doc/bordaberry2.html



Victimas




Extracto del juicio:

• ..."En el período comprendido entre el año 1972 y 1974 se produjo el 48 % de las detenciones de personas por razones políticas y entre el año 1975 y el año 1977 se encarceló a un 32 % de los uruguayos por iguales motivos".

• ..."También fue el período en que se produjeron la mayor cantidad de desapariciones y de muertes tanto en enfrentamientos como en los lugares de detención".

• …"En informe de Amnistía Internacional practicado luego de su visita a Uruguay en el año 1974 se concluyó que los detenidos políticos carecían de protección legal siendo sistemáticamente torturados luego de su detención".

• …"uno de cada 500 ciudadanos se encontraba en detención política y un promedio de 1 cada 50 ciudadanos había sufrido interrogatorios o detención transitoria en los últimos años, por lo tanto Uruguay tiene el índice más alto de prisioneros políticos per capita de América Latina".

• ..."Asimismo, se consigna que el empleo de la tortura se transformó en método rutinario tratándose de prisioneros políticos, con variaciones cada vez más brutales llevando a un elevado número de muertos por torturas".

• …"Las sucesivas dictaduras implantadas en los países vecinos, favoreció la expansión de la represión de los ciudadanos uruguayos que se habían refugiado de dichos países. Así, se reportaron detenciones de uruguayos en Argentina, Chile, Brasil y Paraguay, los cuales en algunos casos fueron luego trasladados al Uruguay, en lo que luego se reconoció como vuelos clandestinos o fueron muertos o desaparecidos en dichos países siempre con anuencia o asistencia de militares uruguayos"… 










Benedetti nos ayuda a pensar en el vínculo de la política

con la literatura y con la realidad.











"Quizá se debiera a la vieja costumbre de no reconocerse en público".










¿Por qué no se reconocían en público en el pasado en Uruguay?







¿Por qué tuvieron que "borrarse"?

¿Qué es el exilio?


"Algún día los especialistas tendrán que abordar, en el marco de una sociología del exilio, el tema del costo social. 
Esa sociología del exilio, a escala latinoamericana, debería considerar, por ejemplo, los problemas que ha generado y genera en el ámbito familiar, en la vida de pareja, en la relación de padres e hijos".

•  Las tensiones que causa cualquier partida inopinada e involuntaria.

•  Dejar atrás hogar, amigos, trabajo, y tantas otras cosas que integran el ámbito afectivo y cultural;

•  La inseguridad que  —a veces en una edad que debería ser de consolidación y no de recomienzo—  trae la búsqueda de un nuevo trabajo, una nueva vivienda, la súbita y no prevista inserción en otras costumbres, otro alrededor, otro clima, y a veces hasta otro idioma”.


El hotelito de la Rue Blomet





            
 











Mario Benedetti
(1920 –2009)
Escritor uruguayo    










Quizá se debiera a la vieja costumbre de no reconocerse en público. Lo cierto es que en el métro no se hablaron. De vez en cuando él la miraba y ella esbozaba una sonrisa tristona y nada más. Era la complicada hora del cierre comercial. El vagón iba repleto y había un olor agridulce, mezcla de sobaco y chanel. Igual que en el 65.Fue un alivio llegar por fin a la estación Vaugirard. Él tomó la valijita con la que ella había aparecido, dos horas antes, en la Gare de Lyon. Ahora nevaba, y cómo ¿Compramos baguettes, gruyère y beaujolais? Sí, claro, como siempre.

Así no salimos a cenar.

Mejor. La calle está asquerosa.

Por lo menos en la mansarda hay calefacción.

Qué bueno.

Hicieron las compras. Agregaron  gaulois y fósforos para él; chocolate para ella. Ella cargó con los nuevos paquetes, y él otra vez con la valija. Remontaron la rue Cambronne, del brazo y bien apretaditos para protegerse de la nieve, pero caminando despacio para no resbalar. En el hotelito de la rue Blomet, madame Benoitlos saludó con la sonrisa afilada y distante de costumbre. A ella le tendió la mano y le dijo la frasecita clásica: se alegraba de que la señora Méndez [madame Mandés] hubiera llegado bien. Ella sonrió y balbuceó en respuesta otra amabilidad banal. Él recogió su llave y subieron a la habitación. Era una mansarda con una sola ventanita, en cuyo antepecho se juntaba la nieve. Cerca de la ventana había una mesa y dos sillas. La cama doble tenía una colcha azul. En la pared, una descolorida reproducción de Renoir. La sencillez era suficiente y acogedora.
No pude conseguir la misma habitación. La 42 está ocupada.

No importa. Es linda, y además hace calorcito.

Sin embargo, ella no se quitó el abrigo. Estaba helada. Abrió la valijita y empezó a sacar algunas prendas.

Él abrió las puertas de un armario casi enano.

Te dejé libre todo el lado derecho.

Ella no contestó, pero empezó a acomodar su ropa en los estantes y perchas que él le había adjudicado. Él fue hasta el lavabo, abrió la canilla y esperó que el agua saliera caliente. Se lavó las manos. Luego se puso a deshacer los paquetes y fue colocando los comestibles sobre la mesa. Descorchó la botella. Cortó cada baguette en dos partes y fue distribuyendo las rebanadas de queso. Ella estaba todavía acomodando sus cosas en el armarito cuando él se acercó por detrás y le puso una mano en el hombro. Ella inclinó la cabeza hacia ese costado para sentir el contacto de la mano. Entonces él la quiso abrazar.

Ahora no. Tengo hambre.

Yo también.

Ella se lavó la cara. Después se acercó a la mesa. Durante un buen rato masticaron en silencio.

Qué banquete.

Debo confesarte que ésta es mi cena de casi todas las noches.

Una maravilla. Estaba muerta de hambre. En el ferrocarril comí poquísimo, me sentía un poco mareada.

¿Y ahora?

Ahora no. El vino y el queso me devolvieron la vida.

Te volvió el color a las mejillas. Estabas pálida. De hambre. Antes no comías con tanto apetito.

¿Antes aquí o antes Uruguay?

Ni aquí ni allá. Siempre estabas inapetente.

Pues ahora ya viste que no. Debe ser una especie de desquite. La verdad es que cuando tuve que borrarme en el 72, pasé hambre. Hambre de veras.

Ya lo sé. En el cuartel la comida era asquerosa. Nunca es exquisita la comida de los perros, pero de todos modos era comida. Y bajé la barriga, además.

Sí, se te ve muy en línea. Vos estás linda.

Bah. No sé si linda. Tenés otra expresión. Como si ahora fueras más mujer.

Caramba.

Ella empezó a juntar las cáscaras de queso en una bolsita de papel.

Y vos ¿te sentís más hombre?

No sé. En algún sentido, estoy conforme conmigo mismo, porque aguanté sin hablar, sin delatara nadie. En aquellos días de mierda, aquello se convertía en una obsesión. No hablar, sobre todo no hablar.

¿Y te parece poco? Entre otras cosas, yo estoy aquí porque vos no hablaste.

¿Nada más que por eso?

No. Quiero decir que si hubieras hablado, y aunque yo estuviese borrada, habrían tenido datos para llegar a mí. O para impedirme salir.

¿Nada más que por eso estás aquí?

No seas bobo. Bien sabés que estoy aquí porque quería verte.

Yo también quería verte. Y quería que vos quisieras verme.

Uyuy, qué difícil.

No sé decirlo más sencillo.

Ella suspiró.

Bueno, aquí estamos.

En el hotelito de la rue Blomet. ¿Quién iba a decir, en el 65, que íbamos a pasar lo que pasamos?

Nadie.

¿Querés que te diga una cosa? Yo creo que ni los milicos sabían.

¿No sabían qué cosa?

Por ejemplo: que podían ser tan inhumanos.

Quizá. Pero lo más importante fue que nosotros no sabíamos. Qué ensalada de abstracciones, ¿no te parece? Él le tomó una mano.

Me parece. Pero ahora vos sos algo muy concreto y me gustás. Se acabaron las abstracciones.
Ella recuperó su sonrisa tristona.

También Laura es algo muy concreto. Y te gusta. Vos sabés que no es un reproche. También Oscar es algo igualmente concreto. Y me gusta. Son datos objetivos ¿no?

Sí, claro.

¿Laura sabe que nos íbamos a ver en París?

No me atreví. Y te juro que no fue por falta de sinceridad. Pero se está reponiendo muy de a poco. Lo de Chile fue para ella una segunda catástrofe.

¿Para quién no?

¿Y Oscar sabe?

Oscar sí.

¿Cómo lo tomó?

Bien. Es decir, todo lo bien que se puede tomar una cosa así. Sabía que no podía sentirse seguro de mi relación con él hasta que yo no volviera a verte.

¿Y vos?

Quizá me pase lo mismo.

Todos estamos inseguros ¿no? Yo también. Tengo una buena relación con Laura. Pero también la tuve contigo. No sé. Si vos y yo hubiéramos roto por algún conflicto personal, por alguna gresca de pareja, sería distinto. Pero vos y yo éramos una linda pareja ¿no?

Éramos sí.

Vení.

Ambos fueron sin tocarse hasta la cama. Cada uno se desvistió por su cuenta y dándose la espalda.

¿Ya estás?

Ya estoy. Vení.

Lentamente se dieron vuelta, como si fueran esclavos de una coreografía simétrica. También como si estuvieran repitiendo un ritual antiguo. Quedaron frente a frente, desnudos. Él la atrajo. Entonces ella se aflojó sin remedio. Abrazada al hombre, empezó a sollozar, sin poderse contener, sin tratar de contenerse. Él sentía cómo las lágrimas de ella le mojaban el pescuezo, los vellos del pecho. 

Una lágrima más gorda que las otras se deslizó hasta su ombligo y allí se detuvo. Él le acariciaba el cabello. A veces se lo echaba hacia atrás para besarle las orejas. Ella seguía llorando, no se sabía bien si feliz o desconsoladamente. Él bajó sus manos y acentuó su caricia. Casi insensiblemente se fueron reclinando sobre la cama. De pronto él sintió que las lágrimas que resbalaban por su cara también podían ser suyas. Estaba conmovido y deseoso. Las manos de ella empezaron a recuperar aquel cuerpo que era su vicio conocido, su complementario. Y de a poco los sollozos se fueron transformando en otra cosa.

Ambos están todavía acostados. Él fuma, ella come su chocolate. La mano libre del hombre se posa sobre el vientre de ella.

Cómo nos jodieron.

Sí.

Nos rompieron.

Sí.

Nos partieron en dos.

Sí.

¿Estás decidida?

Estoy.

Yo no sé, no sé.

¿Por qué?

No quisiera hacerle mal a Laura. Pero tampoco quiero joderme yo.

Estás jodido. Estoy jodida. Tenemos que entenderlo de una vez por todas. También están jodidos Oscar y Laura. Nunca nos tendrán del todo. Pero si vos y yo nos volviéramos a juntar, ellos no podrían vivir, porque son mucho más débiles que vos y yo. Y en esa situación, nosotros no la pasaríamos bien.¿Es así o te conozco mal?

Me conocés bien.

La mano de él descendió un corto tramo y se detuvo, tibia.

Va a ser difícil ¿no?

Sobre todo desde hoy. La mano de ella cubrió la mano de él.

Nos partieron en dos.


Más que eso -dijo ella-, nos partieron en pedacitos.